domingo, 30 de agosto de 2015

¿UN HOMBRE TE HA ENSEÑADO EL PENE EN LA CALLE?

A mí y a mis 43 años…pero ya no me asustó, me pilló por sorpresa claro, pero el miedo que sentí la primera vez que me pasó, a los 11 años, ahora se había transformado en rabia.
Hace unos días, en pleno mediodía, conduciendo mi coche en una calle tranquila y sin mucho tráfico,  al parar en un semáforo me salió un hombre de unos 50 años, me mostró su pene y sin apartarme la mirada, empezó a masturbarse delante de mí.

La primera vez que me ocurrió fue a los once años, por supuesto no entendí qué estaba haciendo “ese señor” moviéndose el pene,  pero tuve miedo, corrí…
A los 18 años, volviendo de la universidad en un transbordo de tren un hombre me miraba y me seguía por el pasillo, de nuevo tuve mucho miedo…localicé una señora que me recordó a mi madre, le expliqué lo que me estaba pasando y ella me agarró fuerte del brazo “tranquila nena, quédate conmigo”. “Sinvergüenza”, añadió dirigiéndole una mirada. Ella ya no tenía miedo.

Hace unos días otra vez, pero ya no tuve miedo. Me fui a una comisaría cercana expliqué lo que me había ocurrido, me pidieron una descripción y la policía me dijo que salían en su busca. Tal era mi rabia que volví al lugar de los hechos y ahí estaba él, con los pantalones desabrochados, preparado, acechando, esperando nuevas víctimas. Advertí a una chica que iba en la misma dirección que cambiara de calle, me cerré dentro de mi coche, me paré a su lado, le miré, saqué mi móvil y le hice una foto. ¿Quería la policía una descripción del sujeto?, pues ya la tenía. Volví a la comisaría, que por cierto aún no habían salido, y les dí la instantánea.

Todo esto provocó que me retrasara en mi llegada casa, donde mi marido, mi hija y mi hijo me esperaban con la mesa puesta. ¿Qué te ha pasado que llegas tan tarde?, expliqué lo ocurrido. Mi hija de 14 años preguntaba: pero mamá ¿un hombre te enseñado el pene por la calle?, su cara de “no entender nada” lo decía todo. Entonces me di cuenta que ella, seguramente vivirá también este horror: la certeza de no poder ir caminando tranquilamente por la calle y no saber ni cuándo, ni cómo, puedes ser víctima de acoso sexual.

Me invadió una gran tristeza al hacerme consciente que ella, tarde o temprano, también será víctima. De nuevo sentí miedo, acompañado de una gran repugnancia e ira al tener que explicarle que a las mujeres “nos pasan estas cosas” y, sin darme cuenta, recomendarle qué es lo que tenía que hacer si algún día le ocurre algo similar. Llámenme ingenua, y más dedicándome a lo que me dedico,  pero jamás antes había pensado que debía advertir de este tema a mi hija.

¿Hasta cuándo deberemos avisar a nuestras niñas de los peligros que nos acechan por el hecho de ser mujeres?,  ¿Por qué la policía no salió de inmediato?, ¿Por qué la violencia contra las mujeres sigue formado parte de la normalidad?
Yo ya no tengo miedo, se transformó en rabia, asco, indignación... pero me invade la desesperación de hacerme consciente que ella, mi hija, como la mayoría de mujeres y niñas, deberá pasar por el mismo proceso y yo no puedo hacer más que advertirla.
Mar Gaya